A mediados de los años ’90, un equipo de jóvenes obreros de la misión evangelística “Every Home for Christ” (Todo Hogar para Cristo) se adentró en los dominios de la tribu Koio, en las regiones montañosas de las Islas Salomón. Sabiendo que anteriormente allí habían sido asesinados un oficial del gobierno británico y tres sacerdotes católicos, los jóvenes pasaron una semana orando y ayunando antes de acercarse a la aldea. Al llegar, fueron capturados y llevados delante de seis ancianos de la tribu que estaban en vigilia al lado afuera de la vivienda de su líder, que se hallaba gravemente enfermo. Muy pronto, los obreros se dieron cuenta que jamás podrían compartir el evangelio con el pueblo de Koio sin la venia de este jefe.
Así que fue un milagro que los ancianos aceptaran que el equipo de EHFC entrara por unos instantes a ver al enfermo. Los jóvenes se encontraron con un hombre mayor y frágil tirado en una tradicional ‘cama de tierra’, cavada en el suelo. Para su sorpresa, el anciano no sólo oyó atentamente su mensaje sino que incluso pidió a Jesús que entrase en su corazón. Acto seguido, cerró los ojos y murió.
Hubo mucha agitación en la residencia del jefe cuando los ancianos supieron lo que había sucedido. ¡Los obreros extranjeros no habían traído el remedio, sino la muerte! En las horas siguientes los obreros oraron fervorosamente mientras la tensión crecía en toda la aldea.
Con las vidas de los jóvenes evangelistas en la balanza, ocurrió otro hecho milagroso. De pronto, el anciano jefe revivió y se sentó en la cama. Todos quedaron atemorizados cuando él invitó a sus amigos más íntimos y a su familia a una reunión especial. ¡Y vaya que era especial! Mientras se apretujaban en torno a él, el anciano hizo un dramático relato de lo que había vivido en las últimas horas, una historia impresionante de cielo e infierno, ángeles y Jesús.
“Yo volví”, les dijo, “para decirles que deben cesar de adorar a falsos dioses y que oigan el mensaje que estos hombres traen a su vida”. Después de exhortar a los obreros a que continuasen su testimonio, el jefe koio se fue silenciosamente, esta vez para no volver.
Aunque el jefe hubiese revivido solamente por dos horas, el tiempo fue suficiente para que el Espíritu Santo realizara su obra. Minutos antes de morir el líder, los seis ancianos recibieron a Cristo. La noticia del milagro se esparció por todo el dominio de Koio. Como resultado de esto, 45 iglesias fueron levantadas en un área que no tenía ningún testimonio del evangelio hasta mediados de 1990.
Hoy son miles los koios que abrazan la fe cristiana, incluyendo un numeroso grupo de convertidos que se reúnen periódicamente en la aldea del anciano jefe.