¿Qué tiene que ver la Iglesia de Dios con todo esto?

“...La división del alma y del espíritu” (Heb 4:12 BAS).

Cuando la Biblia habla del hombre en su constitución tripartita, el orden siempre es espíritu, alma y cuerpo. Pero cuando los hombres emplean estos términos, ponen en primer lugar el cuerpo, luego al alma y como último de todos el espíritu. El pecado ha invertido el orden divino.

Las dos partes no materiales del ser del hombre son el espíritu y el alma. El espíritu habilita al hombre para que pueda comunicarse con Dios; el alma tiene que ver con sus pasiones y emociones. Aunque no nos es posible distinguir detalladamente entre el espíritu y el alma, sí podemos y debemos aprender a distinguir entre lo espiritual y lo terrenal.

¿En qué consiste lo espiritual? Es la predicación que exalta a Cristo, la oración que elevamos a Dios por medio de Cristo Jesús en el poder del Espíritu Santo. El servicio motivado por el amor a Dios y potenciado por el Espíritu, la adoración en espíritu y en verdad.

¿Qué es lo del alma? La predicación que dirige la atención al hombre, a su oratoria, a su ingenio y a su presencia dominante. Las oraciones mecánicas que no involucran al corazón sino que están calculadas para crear una impresión en los demás. El servicio por nombramiento propio, realizado por recompensa monetaria o que emplea métodos carnales. La adoración que gira en torno a ayudas materiales y visibles y no depende de las realidades espirituales invisibles.

¿Qué tiene que ver la Iglesia de Dios con grandes edificios, vidrieras de colores, vestiduras eclesiásticas, títulos honoríficos, velas, incienso y toda esa ostentación? O viéndolo más de cerca: ¿qué tiene que ver la verdadera Iglesia con los esfuerzos publicitarios que se hacen por todas partes para levantar fondos, el uso de recursos efectistas, payasos y otros trucos de captura, con el culto a la personalidad y espectáculos musicales, como si así se debiera evangelizar?

Basta con ojear los anuncios de los campamentos y campañas de verano de los evangélicos para ver qué mundanos hemos llegado a ser.

Pablo distingue entre el servicio que es oro, plata y piedras preciosas y aquel que es madera, heno y hojarasca (1Co 3:12). Todo lo que es espiritual resistirá el fuego del juicio penetrante de Dios, pero todo lo que es carnal y mundano será consumido en llamas.

William MacDonald
De día en día