La vida familiar de los mártires

Una de las mayores necesidades en medio de las iglesias hoy es fortalecer la vida familiar. ¿Cómo fueron los hogares de los grandes hombres y mujeres de Dios del pasado?

D. Kenaston

Todos los que viven piadosamente sufrirán persecución. Este sufrir produce más gracia, un amor más profundo y una carga mayor por los perdidos. Con el tiempo, todo esto resulta en una iglesia poderosa y dinámica, la que es el cuerpo de Cristo en la tierra. Los anales de la historia de la iglesia son adornados con los testimonios de tal avivamiento entre el pueblo de Dios, acto que arde con el combustible de los efectos de la persecución.

Había un precioso grupo de tales personas que vivía en Europa durante el siglo XVI. Sus perseguidores los llamaban ‘Anabaptistas’ o anabautistas (Estas palabras significan: ‘Bautizar otra vez’.); porque ellos creyeron en el bautismo del creyente y renunciaron a su bautismo infantil, realizado por la Iglesia Romana. Oh, ¡cuánto amaban al Señor Jesucristo! Oh, ¡cuánto amaban la Palabra de Dios y querían obedecerla en cada aspecto! La persecución y el martirio les esperaban a esas preciosas personas por dondequiera que iban. Desde el año 1525 al año 1600, multitudes de ellos dieron sus vidas por la causa de Cristo.

Estos años abarcaron tres generaciones. Hace tiempo pensaba: «Esos pequeños rebaños eran gente poderosa». Ellos debieron de tener hogares potentes. Pero hay un problemita. No hay escrito mucho acerca de ellos, tampoco hay mucho acerca de sus hogares. Hace tiempo se sugirió investigar la historia de los mártires de esa época, en cuanto a sus hogares. Hay un libro grande titulado, The Martyr’s Mirror (El Espejo de los Mártires) que está en las libreras de casi todos los hogares de la comunidad donde vivo. Tiene más o menos 1100 páginas con cartas e historias, hechos vívidos en los juicios, confesiones y muertes de esos mártires. Hemos devorado este libro, encontrando una inspirante e instructiva mina de oro. En el mismo, hay muchas cartas escritas en la prisión. Hay cartas de un padre o de una madre, escritas a sus hijos un poco antes que los quemaran en el poste. Hay cartas de un marido a su esposa o viceversa.

También hay cartas de los jóvenes, escritas para sus padres. Yo tenía que leer entre líneas en mi búsqueda del tesoro, porque no hay enseñanza directa sobre el hogar. Sin embargo, el tesoro está allí.

Hace un tiempo había enseñado que una vida dedicada, que se vive real y a cada momento ‘detrás de las puertas cerradas’, producirá hijos piadosos. Este principio no se había revelado tan claramente antes, como en este estudio de los anabaptistas y sus hijos. A través de la persecución, la gracia fluía como un río desde los padres hacia sus hijos. Quiero hacer notar de varias maneras cómo esto pasó. Ya sea por la falta de historias e interesantes eventos escritos, actualmente no hay tales registros. Creo que las autoridades de ese entonces quisieron destruir la memoria de esa gente que servía a Dios fielmente. Pero en lugar de esto, sus vidas produjeron otra generación de cristianos brillantes, que frustraron y confundieron a esas autoridades. Creo que nosotros y nuestros hijos vamos a enfrentar la persecución en el futuro.

Es muy bueno que nosotros averigüemos si estamos en el mismo y correcto rumbo. El rumbo que dirigió a aquellos padres del siglo XVI a criar a otra generación de jóvenes preparados para morir por «la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Judas 3). Vamos a leer ‘entre líneas’, para ver lo que se esconde allí.

El amor y la unidad en el matrimonio

Una de las piedras fundamentales de un hogar santo es el amor que fluye dentro del matrimonio. Es una de las influencias quietas y misteriosas que moldean las fuerzas y seguridades interiores de los hijos. Cuando el papá y la mamá se aman el uno al otro, los hijos pueden soportar muchas pruebas y tribulaciones.

Así eran los anabaptistas. Fui inspirado y desafiado leyendo una y otra carta de, y para, los prisioneros. Hay unos principios que captaron mi atención, leyéndolas. Primero, noté que el compañerismo que tenían con el Padre y Su Hijo era dulce y los esposos se llamaban el uno al otro ‘hermano’ y ‘hermana’, aunque eran esposos. Segundo, a menudo encontré las palabras ‘uno’, ‘unidad’ y ‘una carne’ en las cartas. Sin duda, tenían ellos una potente unidad en sus matrimonios, la cual se menciona una y otra vez. Creo que esto era a razón de vivir con la unción del Espíritu. Hay una unidad que proviene del Espíritu y ésta no es fabricada al hacer un acuerdo entre dos personas, sino es el fruto de dos vidas caminando juntas a Dios. Fíjate en el corazón de este matrimonio piadoso, en la carta citada a continuación:

«Yo, Martín van der Straten, tu querido esposo y hermano en el Señor, te deseo mucha gracia y misericordia de parte de Dios, nuestro Padre Celestial. De un corazón cariñoso y lleno de amor, mi querido amor, te saludo con fervor. Oh, mi amor queridísimo, a quien amo yo con todo mi corazón, de acuerdo con la Palabra de Dios, que un hombre debe dejar a su padre y a su madre y unirse a su esposa. Porque realmente, mi querida corderita, eres carne de mi carne y hueso de mis huesos. Mi querida amada, de quien tomé la mano con lágrimas de gozo, espero y confío que estés bien, en alma y cuerpo».

La verdadera fe

Oh, ¡cómo poder trasladar a los hijos una fe viva y vibrante, real, y con frutos en la actualidad! Este es el sincero anhelo de cada padre y madre. He notado que se necesita tal fe en los padres, para que los hijos tengan la misma. Una buena iglesia no es suficiente para esto. La buena predicación tampoco lo alcanzará.

La antorcha tiene que arder en el corazón y en la mano de una generación para que se pase a la siguiente. Esos mártires morían por su fe; no era por la teología, nada más. La fe, para ellos, era en verdad una fe interior, pero a la vez, práctica. Por esto, muchos sufrieron el martirio. ‘Cual el cuervo, tal su huevo’ se dice, y es muy veraz en cuanto al hogar. ¿Cómo es nuestra fe? ¿Están nuestros hijos listos a morir por ella? O, ¿es nuestra fe igual a la de millones que se dicen ser cristianos, pero cuya fe no trae nada de persecución? Fíjate en el corazón de este padre piadoso, en sus finales palabras a su hija:

«Mi queridísima hija, busca con diligencia las Santas Escrituras. Hallarás en ellas que tenemos que seguir a Cristo Jesús y obedecerle hasta el fin. También, hallarás al rebañito que Le sigue. Esta es la señal: viven una vida penitente (en el sentido de dolor por los pecados, con deseos por la santidad). No son conformes a este mundo. Evitan todo lo malo y se encantan en hacer lo bueno. Tienen hambre y sed de justicia. Crucifican su carne pecaminosa más y más cada día; hacen morir al pecado que hace guerra en sus miembros. Buscan y pelean por conseguir lo honesto y lo de buena reputación. No resisten a sus enemigos, y su palabra es fiel. Sienten tristeza por no vivir más santificadamente, por la que frecuentemente lloran y suspiran».

La palabra de Dios

No creo que nosotros, los cristianos americanos, entendamos el potente efecto que la Biblia puede tener en nuestros hijos. Algunos hasta piensan que leyendo demasiado la Biblia, se volverán locos. Así dijo un maestro al apóstol Pablo (Hechos 26:24). Algunos dicen que eso es el lavado de cerebro. Bueno, yo creo que sería bueno, si nuestros cerebros fueran lavados de la sucia sociedad en que vivimos. Si llenamos la mente de un niño con la Palabra de Dios, pensará en ella durante todos los años en formación. Y, ¿qué pasará? «Todo lo que hace, prosperará» (Sal. 1:3)

Esos anabaptistas estuvieron enamorados de la Biblia. Tenían un Nuevo Testamento a su lado, siempre. Lo abrían y leían en cualquier momento que pudieran, sea en su trabajo o en la casa. En sus cartas, los padres animaban a sus hijos a leerlo en cada oportunidad. En el hogar, se leía y se enseñaba. Se alimentaban de la Biblia en la mañana, al desayuno y al almuerzo. Reverenciaban la Palabra de Dios de tal manera. Los niños fueron enseñados a leer y a escribir en el hogar. ¿Para qué? Sólo por una razón – leer y escribir con la Palabra de Dios.

Leyendo las muchas cartas y discusiones que son registradas en The Martyr’s Mirror, notarás algo inmediatamente: ésas se leen como la Biblia misma. Muchas de las oraciones que se escribieron en las cartas son citas directas de la Biblia. Las cartas fluyen como una carta normal, sin embargo, contienen uno y otros versos de las Escrituras. Unas mil páginas así, bastan para convencer a cualquier persona que aquella gente conoció la Biblia. Tenían que haber memorizado cientos de versos. Estoy seguro que no se permitían Biblias en la prisión, mientras escribían las cartas. Por esto, tenían que escribir de memoria tantos versos. ¿Cómo pasó esto? «…que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación» (2ª Tim. 3:15). Los padres tenían que sembrar la preciosa semilla en los corazones de sus hijos. Tenían que llenar los tiempos vacíos con el agua de la Palabra, no con el diario ni la televisión. ¡Despiértense, cristianos, despiértense! Preparémonos y preparemos a nuestros hijos.

Se necesita padres humildes

Frecuentemente los padres vienen a mí con muchos fracasos por confesar. Y me preguntan, «¿Qué debo hacer?» y «¿Cómo puedo compartir mis fracasos a mis hijos?». Siempre les doy el mismo consejo. Les digo que deben reunir a la familia y humillarse por medio de la confesión. Muchos padres están opuestos a esto. Temen que perderán el respeto de sus hijos y luego los hijos no les obedecerán. Nada puede estar más lejos de la verdad. Cuando tú, padre o madre, te humillas ante tus hijos, realmente te respetarán mucho más, a causa de tu honestidad. Tus hijos saben cuándo te conduces mal. Si tú guardas silencio y no lo confiesas, actuando como hipócrita, vas a perder.

Examinando esas cartas, noté algo interesante en las palabras y pensamientos de los padres que estaban en la prisión. Hablaron de cómo fallaban en sus hogares, tantas veces. Bueno, yo podía discernir a través de su consejo, que realmente ellos eran cristianos poderosos, tanto los hombres como las mujeres.

De hecho, se pudiera escribir de las muchas y buenas cosas que lograron, pero esto no está de acuerdo con el Sermón del Monte. Ellos eran pobres en espíritu y llenos de lloro hasta el día de sus muertes. Si los poderosos, que son ejemplos para nosotros, pueden confesar sus fracasos, ¿cuánto más nosotros, que fallamos en muchas áreas? Quizá sea el tiempo para tener un avivamiento familiar a la forma antigua y luego andar humildemente, ante la familia.

Una vida de devoción

Enoc caminó con Dios, Noe caminó con Dios, Abraham caminó con Dios y los hijos les siguieron a ellos y a su Dios. Hay un secreto en esto; un secreto sencillo que no queremos perder. Ellos vieron al invisible y vivían para mostrar a la siguiente generación sobre esto. Hemos estudiado muchas historias de los hogares y encontrado esta importante llave en cada una de ellas. Los queridos mártires anabaptistas son ejemplos también. De hecho, es algo más destacado entre ellos, que cualquier otra historia estudiada anteriormente. Pues, hemos encontrado acá y por allá a unos cuantos padres que caminaban con Dios, entre los anabaptistas hallamos una multitud de los tales. Yo sé que no es correcto orar para que venga persecución, pero ¡qué grupo de cristianos débiles somos! Necesitamos una dosis de sufrimiento y purificación.

También, hallé oración por todos lados entre los anabaptistas. Oraban en la mañana, al levantarse. Oraban antes de comer y otra vez al terminar. Oraban antes de acostarse por la noche y oraban mientras andaban de un lugar a otro. Parece que oraban sin cesar. Tenían que orar, porque no sabían si las autoridades vendrían en cualquier momento para echarlos en la cárcel. Hermanos, tenemos que orar igualmente, pero no comprendemos cuánto lo necesitamos.

Sus vidas manaban devoción a Cristo. Los padres exhortaban a sus hijos a leer y a meditar en cada momento y ponían en práctica lo que exhortaban. Esto promueve una completa devoción a Dios, no sólo por un momento apurado de la mañana. Muchos de nosotros hemos caído tanto, que ni siquiera tenemos este momento. ¿Esperamos convencer a nuestros hijos que Dios vive, sin tener comunión con Él? ¡No creo!

Odio al pecado y al mundo

A los mártires anabaptistas y a los que sobrevivieron la persecución, el pecado y el mundo eran cosas peligrosas. Parece que a cada mártir, padre o madre, tenía algo que decir en cuanto a esas hermanas gemelas de destrucción. El pecado te separa del Dios Viviente, y para los padres a punto de sufrir el martirio, esto era la tragedia mayor que pudiera pasarle a una persona. Entonces dieron aviso a cada hijo, una y otra vez, a fin de prepararles para aguantar el día malo. «El mundo es un lugar de donde vienen el sufrimiento y la persecución. No entres en él más de lo necesario». Se hizo muy claro, leyendo las historias: El mundo no es un campo de recreo, sino un gran campo de guerra, donde las fuerzas del bien y del mal pelean para ganar las almas de los hombres.

¿Qué estamos enseñando a nuestros hijos acerca del pecado y el mundo? A través de nuestras palabras y hechos, les enseñamos algo sobre estos dos. El mundo; ¿Cómo le parece a los ojos de nuestros hijos? ¿Un lugar para ganar dinero? ¿Un lugar para jugar y divertirse? ¿Luces brillantes, movilizaciones rápidas, mucha música y películas? Y, el pecado; ¿qué tal? ¿Cómo les parece? ¿Piensen hijos como es el cristianismo moderno de hoy día, ‘Todos pecan casi todo el tiempo, aleluya por la sangre’? Queridos padres, «las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1ª Cor. 15:33). Escuchen las palabras de un padre que iba a ser quemado en el poste en días postreros:

«Mi única y queridísima hija: Considera a la maldad del mundo, a los eruditos y a los maestros, observando cómo ellos derraman la sangre inocente y son llamados cristianos espirituales. Te ruego, hija queridísima, no los sigas. Lee las Escrituras y al llegar a ser adulta, ora a Dios, que te muestre cuál es lo bueno y cuál es lo malo; qué es la mentira y qué es la verdad; el camino de la perdición y el angosto, que lleva a la vida eterna. Cuando veas la pompa, la jactancia, el bailar, la mentira, el engaño, la maldición, el pelear y otras cosas malas, sepas hija mía, que esto no es el camino correcto. No sigas sus caminos, aunque te seduzcan con atracciones lindas y te prometan cosas finas. Por esto, mi querida hija, sigue a Cristo y cuídate del pecado, no lo cometas, porque siguiéndole a Él, te salvarás».

El amor prevaleciente

La ley del Reino de Dios es el amor – el amor poderoso y vencedor. Creo que a veces pasamos por alto esta palabra como si fuera un ‘el’, ‘a’, ‘de’ u otra palabra pequeña. No es. Es la palabra de más influencia en la Biblia. Yo sé que hoy se ha rebajado hasta una mera experiencia emocional nada más. Sin embargo, busquemos en las vidas de los mártires anabaptistas para saber cómo realmente debe ser. Se entiende hoy que la unción recibida durante la persecución los llenó de la naturaleza divina. El amor es el atributo sobresaliente de ésta. Esa querida gente tenía una doble porción del amor ‘ágape’ en sus hogares. Encontré este fuerte pegamento saliendo de todas sus cartas. ¿Cómo es que los despreciados y odiados son los que son bautizados en el amor? Esta es una de las paradojas que solamente realizan los sufridos.

Para mí es claro que el amor reinaba en sus hogares: el amor entre todos los miembros de la familia. Sabes qué, puede pasar uno cualquier prueba, si es amado y vive en un ambiente amoroso. En las cartas, este amor rebosaba en los destinatarios de las cartas. Rebosaba desde el esposo a la esposa y viceversa. Fluía de los padres a los hijos y de los hijos a los padres y, aun de un hijo al otro. Esta clase de amor se siente profundamente, pero a la vez es un amor que hace lo correcto y habla la verdad, en buen consejo. Esto es lo que necesitamos en nuestros actuales hogares, un amor profundo y sincero que no necesita la pretensión. Un amor que puede mirar al otro a los ojos y al corazón y decir: ‘Te amo’ y se entiende que es veraz por la sinceridad del corazón y los hechos de su vida. Escucha el corazón de un hijo que escribió a su madre, un poco antes de sufrir la muerte:

«Mi querida mamá: Deseo que el eterno y misericordioso Padre de gracia esté contigo, así como el amor de Dios y el consuelo del Espíritu Santo. Mi muy querida mamá, a quien amo con ahínco, quien me llevó en su propio cuerpo y me trajo a este mundo con dolores. Sí, tus pechos me alimentaban, me diste de comer y me instruiste en toda verdad. Tú, querida madre, me has guardado de todas las pecaminosas compañías, sí, me has guardado de la ramera de Babilonia. Me has llevado a la iglesia del Dios Viviente. Me has guardado del pecado, según tu mejor capacidad».

La pobreza bendita

La última ayuda santa que quiero hacer notar es el efecto que la pobreza tuvo en la siguiente generación de los anabaptistas. Fueron perseguidos y cazados de un pueblecito a otro. Nunca sabían cuando tendrían que sufrir la pérdida de sus bienes otra vez. Nunca sabían cuando tendrían que levantarse en la noche, para huir con las pocas cosas que pudieran llevar en la mano. Muchos de los padres de ese entonces escribieron con tristeza a sus hijos, «No tengo nada de dinero para darte en la hora de mi muerte». Esto dejó a la madre con toda la carga de mantener a la familia. A menudo un hijo muy joven tenía que madurar aprisa para poder ayudar en suplir las necesidades. Esto trajo bendiciones a los hijos. Aprendieron a trabajar duro desde su niñez y trabajando fue su manera de vivir. No tomaron a mal esto. Era por la causa de Cristo. No tenían mucho tiempo para jugar.

Aprendieron también a vivir sin muchas cosas materiales. Esto los enseñó en los ejercicios de la abnegación. No hicieron tesoros en la tierra. ¿Por qué? Los ladrones vendrían y se los robarían. Su pobreza material obró en ellos una pobreza espiritual en lo interior. Esto les provocó confiar en Dios de continuo.

Hay mucho más que pudiéramos aprender de esa querida gente. Sólo he tocado la superficie. Acuérdate, ¡ese libro tiene más de mil páginas! Te animo a que consigas una de las porciones traducidas al español y leerla, fijándote en lo que está entre líneas.

El reto que quiero poner delante de nosotros es este: ¿Qué tal de nuestras familias? ¿Estamos listos para soportar la persecución? ¿Hemos preparado a nuestros hijos para tales pruebas? Los anabaptistas entendieron que sus hijos probablemente enfrentarían el martirio, quemándose en el poste. Entrenaron a sus hijos para tales cosas.

Hay una teología del martirio: era un honor para la iglesia primitiva sufrirlo. ¿Cómo lo miramos nosotros? No pasará sin dejarnos libres. Nosotros, la iglesia actual, no escaparemos del martirio. No te engañes. Si el arrebatamiento nos protegiera de todo, ¿por qué sufren muchas personas el martirio, hoy en día? Hay más mártires en el siglo pasado que en todos los 19 siglos anteriores.

Oh, querido Padre celestial, ¡despiértanos! Antes que sea tarde, ¡despiértanos! Danos la fuerza y la gracia para criar generaciones de hijos que se gocen en la oportunidad de morir para el Señor Jesucristo. Amén