D. Kenaston
La sabiduría es justificada por sus hijos
Estas palabras salieron de la boca del Señor Jesús en Mt. 11:19, en referencia al ministerio de Juan el Bautista y de Su propio ministerio también. Habían los que hablaban mal de Él y de Juan, y Jesús dijo: «La sabiduría es justificada por sus hijos». Tenemos un refrán que dice: «La prueba está en el postre», o sea, el resultado manifiesta los ingredientes. Este principio se mostró evidentemente en el hogar de los Booth.
A William y Catherine Booth, Dios les dio ocho hijos, y todos ellos se entregaron al servicio del Señor.1 Amaron a Dios y consagraron sus vidas al sacrificado servicio en el Ejército de Salvación y en otras organizaciones similares, en Francia, India, Suiza, EE.UU. y en otros lugares. Trabajaban como autores, organizadores, administradores, maestros, predicadores y padres piadosos, todos los días. De los ocho hijos, les nacieron 45 nietos. Todos estos también escogieron servir al Dios de sus abuelos. Muchos de los nietos también entraron en el Ejército de Salvación, consagrando sus vidas para alcanzar a los abatidos y despreciados a través del evangelio. Luego, sin sorpresa, se nota que muchos de los bisnietos se rindieron a Dios, y siguen hasta hoy en día sirviéndole. En el año 1960, ‘el Ejército’ había crecido hasta el punto de tener cuatro millones de miembros, trabajando en 86 países, en más de cien lenguas.
Empiece mientras están chiquitos
En el hogar de los Booth, la enseñanza y el entrenamiento empezó a una edad muy temprana. Los primeros cuatro o cinco años fueron los más importantes. Los padres invirtieron más tiempo en ellos durante esta etapa.
«¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿A los arrancados de los pechos?» (Is. 28:9). [Nótese que la versión King James del inglés no tiene las últimas frases como preguntas, sino como las respuestas de las dos primeras preguntas de este versículo]. Cumpliendo este verso, los hijos de los Booth recibieron versos e historias bíblicas, sentados a la rodilla de uno de los padres. Las verdades bíblicas fueron explicadas y las historias fueron expuestas de manera más sencilla para que los niños las entendieran. «Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá» (Is. 28:10). Los Booth (padres), se entristecieron mucho al ver en esa época la falta de entendimiento en el pueblo de Dios. La misma falta se manifiesta hoy. La mayoría de los padres entienden poco acerca de las santas impresiones que pueden recibir los niños en sus primeros años de vida. Catherine escribió a su esposo lo siguiente: «Yo creo en el entrenar a los hijos desde sus primeros años, para que lleguen a ser cristianos». Nótese que ella no creyó que tal enseñanza les salvaría, sino que necesitaban además un nuevo nacimiento. Pero la enseñanza y el entrenamiento pusieron un cimiento.
Una dedicación específica
William creyó que cada hijo que nos es dado le pertenece a Dios; y por eso, cada uno de los suyos recibió un gran aprecio de parte de él. Con tanta valoración, consecuentemente vinieron altas responsabilidades. Los padres consagraron a los hijos, a cada uno individualmente, en términos bien definidos. Hicieron votos a Dios – votos de criar, guardar, disciplinar y amar a cada hijo, hasta que éste escogiera personalmente rendirse al Salvador. Me gusta tal dedicación, y mi esposa y yo hemos dedicado a nuestros hijos al Señor, a cada uno desde su nacimiento, con similares votos.
El Ejército de Salvación hacía un servicio de dedicación por cada hijo nacido a una pareja salvacionista. No practicaban el bautismo infantil, sino que de este modo se les encargó a los padres a criar bien al hijo. Yo creo que los padres actuales deben dedicar así a cada uno de sus hijos, pero, tristemente, pocos tienen tal visión. ¡Cuántos padres están faltos de una consagración para llevar a cabo una fiel crianza en sus hijos! A continuación se enuncian los votos de compromiso leídos en un servicio dedicatorio del Ejército.
* Hago voto de consagrar a mi hijo a Dios durante todos los días de mi vida.
* Hago voto de entrenar, criar y fortalecer a mi hijo en los caminos de Cristo.
* Hago voto de criar a mi hijo para ser un siervo del Dios Viviente.
* Hago voto de guardar a mi hijo de bebidas alcohólicas, tabaco, comodidades y vestidos lujosos, riquezas, material de lectura dañina, amigos peligrosos y cualquier otra cosa que le impida ser un soldado de Cristo.
* Hago voto de permitir a Dios enviar a mi hijo a cualquier lugar que se le necesite, y estoy de acuerdo que mi hijo sea despreciado, odiado, maldecido, golpeado, encarcelado o matado por amor a Cristo.
Y, todos los hijos mayores, de igual modo que los padres, hacían voto de cumplir con su parte para ayudar al bebé, recién nacido, a alcanzar estas metas.
¿Puedes ver la meta presentada en estas promesas? Quizás has reaccionado negativamente en contra de esta clase de dedicación, pero no debemos criticarla cuando estamos realmente muy lejos de tales metas en nuestros propios hogares. Traigamos a nuestros hijos a Jesús, rindiéndoselos. Luego criémoslos para Su eterno propósito.
La obediencia y la disciplina
Catherine explicó muy claramente el equilibrio entre estos dos aspectos, diciendo: «Tenemos que hacer guerra contra la voluntad egoísta del niño, y vencerla». Parece que ella había leído las palabras de Susana Wesley (madre de John y Charles), quien dijo palabras semejantes en cuanto a la voluntad de un niño.
William escribió un libro acerca de la crianza de niños en el año 1884. El título es: Cómo criar hijos para ser santos y soldados de Jesucristo. Al escribirlo, tenía 52 años. Todos sus hijos estaban bien fundados en la fe, ocupándose en la viña del Señor. Por esto tenía el merecido derecho de escribir sobre el tema. Vale la pena leer minuciosamente todo el libro. La sección sobre la obediencia y la disciplina se lee como el libro de Proverbios. «Castiga a tus hijos», dice William, «no de venganza, sino para el provecho de ellos».
La escuela en el hogar
William y Catherine estaban alarmados en cuanto a la mala condición de las escuelas, tanto públicas como privadas de ese tiempo. Las ciudades se llenaban de gente, y por esto se empeoraban las condiciones sociales rápidamente. Por la misma razón, la mamá de Catalina educó a su hija en casa. «El que se junta con necios será quebrantado» (Pr. 13:20), dice la Biblia, y las escuelas estaban hartas de tales niños. Pero los Booth les enseñaron a sus hijos en el hogar, no sólo por razón de la mala calidad de las escuelas, sino que también por el deseo de ganarlos para Dios. En su libro, William animó a todos los padres a que les enseñasen a sus hijos en el hogar. Para Catherine, esa tarea no era fácil y a veces necesitó ayudantes para cumplirla. La ayuda en el hogar era necesaria, pues Catherine ayudaba en el Ejército de Salvación. Ayudaba tanto, que le llamaban ‘la madre del Ejército de Salvación’. William hizo su parte en la enseñanza, charlando con los niños sobre temas educativos durante las comidas. También había charlas acerca de las situaciones políticas, sobre la obra misionera y sobre otros temas comunes.
La obra de Dios
Uno de los secretos que aseguró a los Booth ganar a sus hijos para Cristo, fue el ayudarlos a entrar en la obra del Señor. La salvación de almas y la edificación del Reino de Dios fueron el centro de la vida y las actividades hogareñas de los Booth.
¿Puedes imaginarte cómo era vivir en un hogar donde algo divino acontecía siempre? Los hijos crecían fascinados, escuchando siempre noticias de los avances de la obra de Dios. Esto incentivó a cada uno, desde su niñez, a tener un gran deseo por entrar en la obra del Señor. Pero, para los niños Booth, no bastaba escuchar las historias; tan pronto podían, iban con sus padres a las campañas, viendo las proezas del Ejército. Fueron guiados a entrar a la obra, con el cuidado de los padres, en niveles que podían manejar bien. Y sabemos los resultados de esto. Los niños se encendieron, y nada menos que el entrar a ‘la guerra de la salvación’ podía darles tal satisfacción. Para ser honestos, los Booth estuvieron demasiado ocupados en sus trabajos ministeriales, y debieron invertir más tiempo junto con sus hijos, en el hogar. Sin embargo, por haber entrado en la obra juntamente con los hijos, pudieron vencer esa falta.
La bendita pobreza
Leyendo los archivos del Ejército de Salvación, se hace patente que las riquezas se vieron como una peligrosísima amenaza. Y, durante sus primeros años, esa organización y la familia Booth vivieron en la pobreza. Los hijos Booth crecieron así, conociendo bien la escasez. William y Catherine vivían ‘por fe’, confiando que el Señor supliría las necesidades de la familia y de la organización. Durante esos primeros años, muchos miraron a los bulliciosos y valientes soldados del Ejército con ojos fariseos.
Como recibían pocas donaciones, toda la familia tuvo que disciplinarse y practicar la abnegación diariamente. Asimismo, la ropa la necesitaron conservar por más tiempo; las hijas tuvieron que aprender a coser sus propios vestidos y los hijos tuvieron que aprender a cultivar huertos y cuidar animales. Las comidas eran saludables, pero sencillas. El pudín de arroz fue algo especial en ese hogar; no había dinero para cosas como chocolates y sodas.
Pero todo esto no se vio como una carga, más bien fue contado como una oportunidad de practicar la abnegación. Estudiando acerca de los diferentes hogares que hemos analizado, he notado que muchos han aprovechado de la experiencia de la pobreza, formando un buen carácter en esas experiencias. Los cristianos actuales, viviendo en una época de prosperidad, tenemos un gran peligro alrededor – las riquezas. Es muy fácil arruinar toda una generación de soldados de Cristo, por acostumbrarnos a los hábitos y necesidades de nuestra sociedad.
El ambiente prevaleciente
¿Qué pasa en el ambiente silencioso de un hogar, donde los padres aman a Dios de todo corazón, con toda su alma y toda su mente?
¿Cuáles son los misteriosos resultados de una pareja que camina con Dios, viviendo bajo la unción del Espíritu en cada momento? Sabemos las respuestas a estas preguntas. Se dijo acerca de William que su entusiasmo era contagioso, y de Catherine que su personalidad era como un imán, atrayendo a los niños a su corazón. El hogar rebosaba de gozo. William cantaba todo el día mientras cumplía sus quehaceres. Un ambiente de amor prevaleció en el hogar Booth, haciendo de esta manera cumplir las partes más difíciles del entrenamiento de los niños, más tranquilamente.
Lo mismo de necesario es una santa fragancia tan importante en el hogar cristiano. Hay muchos «haz esto» y «no hagas esto» en el entrenamiento de niños piadosos. Si el dulce espíritu de amor se pierde, las reglas pueden traer resultados negativos. El amor de un padre para Dios y para los hijos, son como gotitas de misericordia que caen todo el día sobre el hogar. No conozco otro camino que permita a Dios construir activamente un hogar bendecido. Amados padres y madres, estemos llenos continuamente del Espíritu Santo en nuestros hogares.
Diversiones familiares
A primera vista, el hogar Booth puede parecer como un hogar demasiado estricto y cargado de pesadas demandas para los hijos. Pero no era el caso. La vida hogareña era bonita, llena de gozo y a cada diferente aspecto se le llenaba de encanto lo más posible. William y Catherine gozaron de un saludable y feliz punto de vista con respecto a la vida. Admiraban la creación, al ver los animales. En cada diferente casa donde vivieron (fueron muchas, puesto que William trabajó como ministro en varios lugares), había un cuarto de juegos para los niños. Allí pudieron los niños retozar y juguetear hasta que se quedaban contentos y exhaustos. Los padres se sacrificaban para poder comprar juguetes, usándolos como herramientas de enseñanzas. Los niños imitaban a su padre en el cuarto de juegos, como cuando él hacía cultos al aire libre. A veces se celebraba una ‘fiesta familiar’ (únicamente la familia, nadie más), los viernes por las noches, con jugos, frutas, juegos… ¡y sonrisas! De igual modo, había ‘días familiares’, en los cuales toda la familia se iba en el carruaje, con una Biblia, himnario, juguetes y comida campestre, compartiendo felizmente todo un día en el campo. Se dice de William, que ese día se comportaba como un niño, sonriendo y cantando alegremente, mientras salía de la ciudad rumbo al bosque, junto con su familia. Para mí, esto es hermoso. ‘El General’ del Ejército de Salvación era muy serio cuando estaba en su trabajo, pero al llegar a su hogar era como un amigo y compañero a sus hijos. Hay que notar que esas diversiones familiares no tenían nada de mundano o de carnal.
El poder del amor en un matrimonio
Este es uno de los más importante aspectos del hogar de los Booth, y da más influencia de lo que la mayoría de la gente pueda imaginarse. Esta pareja se amaba el uno al otro profunda, perdida, y a veces, fanáticamente. Ese amor empezó con el buen cimiento de un noviazgo piadoso. El mismo duró largo tiempo, a razón de la pobreza del novio, causándole muchas luchas interiores. Se sentía indigno de casarse. Durante su noviazgo, no pudieron visitarse mucho, pues William tenía muchos compromisos de predicar en un lugar u otro. Pero estas separaciones hicieron que su amor se profundizara más. Con tal cimiento, el amor siguió madurando después de la boda. Era muy patente a todos que William y Catherine se amaban y respetaban.
Los resultados de esta maravillosa unidad sobre las siguientes generaciones solamente se pueden medir en la eternidad. Lo opuesto es verdad también: nada es más dañino a la siguiente generación, que un matrimonio enfermo.
Cuando hay amor en el hogar, brota la seguridad y la confianza en los niños. Cuando hay amor en el hogar, la obediencia se hace más fácil para el hijo. Malaquías 2:15 dice, «Y ¿porque [los hizo Dios] uno? Porque buscaba una descendencia para Dios». Si nuestros matrimonios están enfermos, sanémoslos, no importa el costo.
El hogar de los Booth era muy especial. Oro a Dios para que Él levante otros como estos hoy mismo, hasta que se considere normal y no especial el tener tal vida hogareña.
William y Catherine llevaron una gran carga, anhelando que se levantasen muchos hogares cristianos. Todo su ministerio y vida estuvo motivada por la misma carga. Era algo fundamental en sus corazones y lo enseñaron a sus hijos, quienes, luego se levantaron y lo enseñaron a los suyos; para que la otra generación pudiese conocer las grandes obras de Dios. Hermanos, hagamos así también. Que Dios nos dé «una casa encendida».
William Booth (1829-1912) fue el fundador y primer presidente del Ejército de Salvación.