“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Heb 12:1b).
Son muchos los que tienen una idea excesivamente idealista de la vida cristiana. Suponen que ésta debe ser una serie ininterrumpida de experiencias sublimes. Leen libros y revistas cristianas, escuchan testimonios de sucesos dramáticos y sacan en conclusión que éste es el todo en la vida. En el mundo de sus sueños, no hay problemas, angustias, pruebas y perplejidades. No hay que trabajar duro, no hay rutina diaria ni monotonía. Se trata del “séptimo cielo”. Cuando se dan cuenta de que su vida no encaja en este modelo, se sienten desanimados, desilusionados y en desventaja.
Sin embargo, estos son los factores verdaderos. La mayor parte de la vida cristiana es lo que G. Campbell Morgan llama: “el camino de la perseverancia laboriosa haciendo cosas aparentemente pequeñas”. Así es como lo veo: Después de entregarse a muchas tareas insignificantes, a largas horas de estudio disciplinado y al servicio diligente sin resultados aparentes, nos preguntamos desconcertados, “¿Realmente se está logrando algo?” Es entonces cuando el Señor nos hace llegar alguna señal de estímulo, alguna respuesta maravillosa a la oración, alguna palabra clara que nos indica el camino. Nos sentimos fortalecidos y reanudamos la marcha para llegar un poco más allá.
La vida cristiana es una carrera de larga distancia, no de 100 metros lisos, y necesitamos resistencia para correrla. Es importante comenzar bien, pero lo que realmente cuenta es la resistencia que nos capacita para terminarla cubiertos de gloria.
Enoc siempre tendrá un lugar de honor en los anales de la paciencia. Caminó con Dios —pensemos en esto— por 300 años (Gen 5:22). Pero no pensemos que aquellos fueron años de puro brillo o de emoción ininterrumpida. En un mundo como el nuestro, resultó inevitable tener su porción de padecimientos, perplejidades y hasta persecuciones. Pero Enoc no se cansó de hacer el bien. Resistió hasta el fin.
Si alguna vez te sientes tentado a retroceder, recuerda las palabras de Heb 10:36, que dice: “porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”.
Una vida noble no es un resplandor
De gloria repentina ya ganada,
Sino el sumar de día en día
En los que la voluntad de Dios es efectuada.
William MacDonald