El Señor Jesús pronunció estas palabras refiriéndose a los fariseos. Acababan de cometer un pecado imperdonable: atribuyeron Sus milagros a Beelzebú, el príncipe de los demonios, en vez de reconocer en ellos el poder del Espíritu Santo. Desde aquel momento se hizo evidente que no le aceptarían como el Mesías de Israel y el Salvador del mundo. Al no decidirse a Su favor, estuvieron contra él; en vez de servir a Su lado, actuaron contra él.
Cuando se trata de la Persona y la obra de Cristo, no hay neutralidad; estamos por Cristo o estamos contra él. Todo el que dice que no puede decidir, ha tomado ya su decisión.
Cuando se trata de la verdad respecto a Cristo, no se puede transigir. En el cristianismo bíblico hay algunas áreas en las que puede haber diferencias de opinión, pero ésta no es una de ellas. Como nos recuerda A. W. Tozer: “Algunas cosas no son negociables”. Debemos adherirnos inquebrantablemente a la deidad absoluta del Señor Jesús, Su nacimiento virginal, Su humanidad verdadera, Su naturaleza sin pecado, Su muerte sustitutiva a favor de los pecadores, Su resurrección corporal, Su ascensión a la diestra de Dios y Su próximo retorno. Cuando los hombres comienzan a poner trabas a estas doctrinas fundamentales, todo lo que les queda es un salvador a medias que a nadie puede salvar.
Como bien ha dicho un poeta:
¿Qué pensáis del Cristo? Es la prueba
Que evidencia tu estado y condición;
No podrás estar bien en lo que resta
A no ser que tengas de El buena opinión:
¿Cómo es Jesús a tu vista estimado?
¿es amado o despreciado?
Así Dios hacia ti se sentirá movido,
Y misericordia o ira Tu parte será.
William MacDonald
De día en día