“El determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios”


“Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (Job 42:2).

Ningún propósito de Dios puede frustrarse. El hombre puede ser perverso, pero Dios tiene Sus caminos. El hombre siempre tiene mucho que decir, pero Dios tiene la última palabra. Salomón nos recuerda que: “No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová” (Pro 21:30). Jeremías añade su testimonio, diciendo así: “Es confirmado...todo pensamiento de Jehová...” (Jer 51:29).

Los hermanos de José decidieron deshacerse de él vendiéndolo a una banda de madianitas. Pero todo lo que lograron con eso fue llevar a cabo la voluntad de Dios. Los madianitas lo llevaron gratis a Egipto donde más tarde fue constituido como Primer Ministro y salvador de su pueblo.

Cuando aquel hombre que había nacido ciego recibió la vista y confió en el Salvador, los judíos lo expulsaron de la sinagoga. ¿Fue ésta una gran victoria para ellos? No, porque Jesús había venido precisamente a sacarlo de allí porque es el Buen Pastor que: “a sus ovejas llama por nombre, y las saca” (Jn 10:3). Así que todo lo que hicieron fue ahorrarle el esfuerzo.

La maldad de los hombres llegó a su máxima expresión cuando apresaron al Señor Jesús y lo mataron en una cruz. Más tarde, Pedro les recordó que él fue entregado por “el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hch 2:23). Dios anuló el gigantesco crimen resucitando a Cristo y haciéndole Señor y Salvador.

Donald Gray Barnhouse contaba la historia de un rico terrateniente que tenía hermosos árboles en su finca. “Pero tenía un cruel enemigo que cierto día dijo para sí, ‘cortaré uno de sus árboles y eso le lastimará.’ En la oscuridad de la noche el enemigo se deslizó sobre la cerca y fue al más hermoso de los árboles, y sierra y hacha en mano, comenzó a trabajar. Cuando apareció la primera luz de la mañana vio a la distancia a dos hombres que venían a caballo por la colina, y reconoció que uno de ellos era el propietario de la finca. Apresuradamente empujó la cuña y dejó caer al árbol; pero una de las ramas le aprisionó y le clavó en tierra, hiriéndolo tan gravemente que murió. Antes de exhalar su último suspiro, decía a gritos: ‘Qué bien que corté tu hermoso árbol’, mas el propietario de la hacienda viéndolo con lástima le dijo: ‘Este hombre que viene conmigo es un arquitecto. Habíamos planeado construir una casa, y era necesario cortar uno de estos árboles para hacerle espacio; y es éste precisamente, en el que has estado trabajando toda la noche.’”

William MacDonald
De día en día