EL PRINCIPE DE LOS PREDICADORES 1834 1892
Durante el período de la inquisición española, bajo el reinado del emperador Carlos V, un número muy grande de creyentes fueron quemados en las plazas públicas o enterrados vivos. El hijo de Carlos V, Felipe II, en 1567 llevó la persecución hasta los Países Bajos, declarando que aunque le costase mil veces su propia vida, él limpiaría todo su dominio del "protestantismo". Antes de morir, se jactaba de haber mandado al verdugo por lo menos 18.000 "herejes".
Al comenzar ese reinado de terror en los Países Bajos, muchos millares de creyentes huyeron para Inglaterra. Entre los que escaparon del "Concilio de Sangre" se encontraba la familia Spurgeon.
En Inglaterra el pueblo de Dios tampoco se encontraba libre de la persecución. Al mismo tiempo que Juan Bunyan, autor de "El progreso del peregrino", permanecía en la prisión de Bedford, Jo Spurgeon, bisabuelo del tatarabuelo de Carlos, se encontraba preso por segunda vez por haber asistido a un culto evangélico, y permaneció casi cuatro meses en la cárcel de Chelsford, "donde pasó la mayor parte del tiempo sentado por hallarse demasiado débil para acostarse". Los bisabuelos de Carlos eran creyentes fervorosos y habían criado a sus hijos en el temor de Dios. Su abuelo paterno después de casi cincuenta años de pastorado en el mismo lugar podía decir:
"No he tenido ni una hora de tristeza con mi iglesia después que asumí el cargo de pastor!" El padre de Carlos, Santiago Spurgeon, fue el amado pastor de Stambourne.
Cuando Carlos era todavía un niño, se interesaba por la lectura de "El progreso del peregrino", de la historia de los mártires y de diversas obras de teología. Es casi imposible apreciar la enorme influencia que esas obras ejercieron sobre su vida.
Se puede apreciar que él era precoz en los asuntos espirituales, por el siguiente acontecimiento: A pesar de ser un niño de apenas cinco años de edad sintió profundamente el cuidado del abuelo, por causa del comportamiento de uno de los miembros de la iglesia llamado el "Viejo Roads". Cierto día Carlos, al encontrar a Roads en compañía de otros fumando y bebiendo cerveza, se dirigió a él en estos términos: "¿Qué haces aquí, Elías?" El "Viejo Roads" arrepentido contó entonces a su pastor, cómo al principio se disgustó con el niño, pero al fin se conmovió. Desde aquel día el "Viejo Roads" anduvo siempre cerca del Salvador.
Cuando Carlos era todavía pequeño, quedó convencido de pecado por Dios. Durante algunos años se sintió como una criatura sin esperanza, sin consuelo; asistía a diferentes cultos en distintos lugares, sin llegar a saber cómo podía librarse del pecado. Entonces, cuando tenía quince años de edad, aumentó en él el deseo de ser salvo. Ese deseo aumentó en tal forma que pasó seis meses agonizando en oración. En ese tiempo, un día asistió a un culto en cierta iglesia; pero ese día el predicador no pudo ir al culto debido a una gran tormenta de nieve. A falta del pastor, un zapatero se levantó para predicar ante las pocas personas que se encontraban presentes, y leyó este texto: "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra" (Isaías 45:22). El zapatero, que no tenía experiencia en el arte de predicar, solamente podía repetir el pasaje y decir: "(Mirad! No es necesario que levantéis ni un pie, ni un dedo. No es necesario que estudiéis en el colegio para saber mirar, ni tampoco que contribuyáis con 1000 libras esterlinas. Mirad a mí, y no a vosotros mismos. No hay consuelo en vosotros. Miradme, sudando grandes gotas de sangre. Miradme colgado de la cruz. Miradme, muerto y sepultado. Miradme, resucitado. Miradme, sentado a la derecha de Dios." Luego, fijando los ojos en Carlos, le dijo: "Joven, parece que tú eres desgraciado. Serás infeliz en la vida y en la muerte si no obedecieres."
Entonces gritó con más fuerza: "(Joven, mira a Jesús! (Míralo ahora!" El joven miró y continuó mirando, hasta que por fin, un gozo indecible se apoderó de su alma.
El recién salvo al contemplar el constante celo del Maligno, se sintió inspirado por el Poder divino para hacer todo lo posible para frustrar la obra del enemigo del bien. Spurgeon aprovechaba todas las oportunidades para distribuir folletos. Se entregaba de todo corazón a enseñar en la Escuela Dominical, donde se ganó, desde el comienzo, el amor de sus alumnos, y por intermedio de ellos, la presencia de los padres en la Escuela Dominical. A la edad de dieciséis años comenzó a predicar. Acerca de ese hecho él dijo lo siguiente: ";Cuántas veces me fue concedido el privilegio de predicar en la cocina de la casa de algún agricultor, o en un establo!"
Algunos meses después de predicar su primer sermón, fue llamado a pastorear la iglesia de Waterbeach. Al cabo de dos años, esa iglesia de cuarenta fervorosos y habían criado a sus hijos en el temor de Dios. Su abuelo paterno después de casi cincuenta años de pastorado en el mismo lugar podía decir: "No he tenido ni una hora de tristeza con mi iglesia después que asumí el cargo de pastor!" El padre de Carlos, Santiago Spurgeon, fue el amado pastor de Stambourne.
Cuando Carlos era todavía un niño, se interesaba por la lectura de "El progreso del peregrino", de la historia de los mártires y de diversas obras de teología. Es casi imposible apreciar la enorme influencia que esas obras ejercieron sobre su vida. Se puede apreciar que él era precoz en los asuntos espirituales, por el siguiente acontecimiento: A pesar de ser un niño de apenas cinco años de edad sintió profundamente el cuidado del abuelo, por causa del comportamiento de uno de los miembros de la iglesia llamado el "Viejo Roads". Cierto día Carlos, al encontrar a Roads en compañía de otros fumando y bebiendo cerveza, se dirigió a él en estos términos: "¿Qué haces aquí, Elías?" El "Viejo Roads" arrepentido contó entonces a su pastor, cómo al principio se disgustó con el niño, pero al fin se conmovió. Desde aquel día el "Viejo Roads" anduvo siempre cerca del Salvador.
Cuando Carlos era todavía pequeño, quedó convencido de pecado por Dios. Durante algunos años se sintió como una criatura sin esperanza, sin consuelo; asistía a diferentes cultos en distintos lugares, sin llegar a saber cómo podía librarse del pecado. Entonces, cuando tenía quince años de edad, aumentó en él el deseo de ser salvo. Ese deseo aumentó en tal forma que pasó seis meses agonizando en oración. En ese tiempo, un día asistió a un culto en cierta iglesia; pero ese día el predicador no pudo ir al culto debido a una gran tormenta de nieve. A falta del pastor, un zapatero se levantó para predicar ante las pocas personas que se encontraban presentes, y leyó este texto: "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra" (Isaías 45:22). El zapatero, que no tenía experiencia en el arte de predicar, solamente podía repetir el pasaje y decir: "(Mirad! No es necesario que levantéis ni un pie, ni un dedo. No es necesario que estudiéis en el colegio para saber mirar, ni tampoco que contribuyáis con 1000 libras esterlinas. Mirad a mí, y no a vosotros mismos. No hay consuelo en vosotros. Miradme, sudando grandes gotas de sangre. Miradme colgado de la cruz. Miradme, muerto y sepultado. Miradme, resucitado. Miradme, sentado a la derecha de Dios." Luego, fijando los ojos en Carlos, le dijo: "Joven, parece que tú eres desgraciado. Serás infeliz en la vida y en la muerte si no obedecieres."
Entonces gritó con más fuerza: "¡Joven, mira a Jesús! ¡Míralo ahora!" El joven miró y continuó mirando, hasta que por fin, un gozo indecible se apoderó de su alma.
El recién salvo al contemplar el constante celo del Maligno, se sintió inspirado por el Poder divino para hacer todo lo posible para frustrar la obra del enemigo del bien. Spurgeon aprovechaba todas las oportunidades para distribuir folletos. Se entregaba de todo corazón a enseñar en la Escuela Dominical, donde se ganó, desde el comienzo, el amor de sus alumnos, y por intermedio de ellos, la presencia de los padres en la Escuela Dominical. A la edad de dieciséis años comenzó a predicar. Acerca de ese hecho él dijo lo siguiente: ";Cuántas veces me fue concedido el privilegio de predicar en la cocina de la casa de algún agricultor, o en un establo!"
Algunos meses después de predicar su primer sermón, fue llamado a pastorear la iglesia de Waterbeach. Al cabo de dos años, esa iglesia de cuarenta miembros pasó a tener cien. El joven predicador deseaba educarse, y el director de una escuela superior, que estaba de visita en esa ciudad, le dio una cita para discutir con él ese asunto. Sin embargo, la criada que recibió a Carlos, por descuido no llamó al profesor y éste salió sin saber que el joven lo estaba esperando. Después ya en la calle, un poco triste, Carlos oyó una voz que le decía: "Buscas grandes cosas para ti? ¡No las busques!" Fue entonces allí mismo, que abandonó la idea de estudiar en ese colegio, convencido de que Dios lo dirigía a otras cosas. No se debe concluir, sin embargo, que Carlos Spurgeon decidió no educarse. Después de eso él aprovechó todos los momentos libres para estudiar. Se dice que alcanzó la fama de ser uno de los hombres más instruidos de su tiempo.
Spurgeon había predicado en Waterbeach solamente durante dos años, cuando fue llamado a predicar en el Park Street Chapel de Londres. El local era inconveniente para los cultos, y el templo que tenía asientos para mil doscientos oyentes era demasiado grande para los auditorios. Sin embargo, "había allí un grupo de fieles que nunca cesaron de rogar a Dios por un glorioso avivamiento". Y el avivamiento ocurrió. Ese hecho está registrado así en las palabras del propio Spurgeon: "Al comienzo yo predicaba solamente a un puñado de oyentes. Sin embargo, no me olvido de la insistencia de sus oraciones. A veces parecía que rogaban hasta querer ver realmente presente el Angel del Pacto queriendo bendecirlos. Más de una vez nos admiramos con la solemnidad de las oraciones hasta que llegábamos a sentir quietud, mientras el poder del Señor nos sobrevenía. . . ¡Así fue como descendió la bendición, la casa se llenó de oyentes y fueron salvas decenas de almas!"
Bajo el ministerio de ese joven de diecinueve años, la concurrencia aumentó en pocos meses a tal punto, que el edificio ya no podía contener las multitudes; centenares de oyentes permanecían en la calle para aprovechar las migajas que caían del banquete que había dentro de la casa.
Se resolvió entonces reformar el New Park Street Chapel, y durante el tiempo de la obra se celebraban los cultos en Exeter Hall, un edificio que tenía asientos para cuatro mil quinientos oyentes. Allí, en menos de dos meses, los auditorios fueron tan grandes que las calles durante los cultos se volvían intransitables. Cuando volvieron al edificio de la New Park Street Chapel, el problema en vez de estar resuelto era aún mayor; ¡tres mil personas ocupaban ahora el espacio preparado para mil quinientas! ¡El dinero empleado en esa obra que fue una suma muy elevada, había sido totalmente desperdiciado! Se hizo necesario volver para el Exeter Hall.
Pero ni el Exeter Hall era suficiente para los auditorios, y la iglesia tuvo que tomar una actitud espectacular C alquiló el Surrey Music Hall, el edificio más amplio, imponente y magnífico de Londres, construido para diversiones públicas.
La noticia de que los cultos tendrían lugar en Surrey Music Hall en vez del Exeter Hall, electrificaron a toda la ciudad de Londres. El culto inaugural fue anunciado para la noche del 19 de octubre de 1856. En la tarde de ese día, millares de personas se dirigieron para allá a fin de encontrar asiento. Cuando por fin, el culto comenzó, el edificio en el cual cabían doce mil personas, estaba totalmente lleno y había más de diez mil personas afuera que no podían entrar.
Desde el primer culto celebrado en el Surrey Music Hall, se notaron indicios de la persecución que Spurgeon tendría que encarar. El estaba orando, después de la lectura de las Escrituras, cuando los enemigos de la obra de Dios se levantaron gritando: "¡Fuego! ¡Fuego!" A pesar de todos los esfuerzos de Spurgeon y de todos los otros creyentes, la gran masa de gente estaba tan envuelta en el tumulto que se produjo, que siete personas murieron y veintiocho quedaron gravemente heridas. Después, serenó, se encontraron regados por todas partes del edificio restos de ropa de hombre y de mujer; sombreros, mangas de vestidos, zapatos, piernas de pantalones, mangas de sacos, chales, etc., etc., objetos esos que los millares de personas dejaron, en la lucha de escapar del edificio. En todo momento Spurgeon se comportó con la mayor calma durante todo el tiempo de la indescriptible catástrofe, pero después pasó días postrado, sufriendo a consecuencia de semejante suceso.
Las noticias sobre los trágicos sucesos ocurridos durante el primer culto celebrado en el Surrey Music Hall, en vez de perjudicar la obra, sirvieron de estímulo para aumentar el interés por los cultos. De un día para otro Spurgeon, el héroe del sur de Londres, se volvió un personaje de proyección mundial. Aceptó invitaciones para predicar en las ciudades de toda Inglaterra, Escocia, Irlanda, Gales, Holanda y Francia. Predicaba al aire libre y en los mayores edificios, un promedio de ocho a doce veces por semana.
En ese tiempo, siendo todavía joven, reveló cómo lograba entender en las Escrituras los textos difíciles, es decir, cómo simplemente pedía a Dios: "¡Oh Señor, muéstrame el sentido de este pasaje!" y añadió: "Es maravilloso verificar cómo el texto, duro como un pedernal, emite chispas cuando es golpeado con el acero de la oración." Años más tarde dijo lo siguiente:
"Orar acerca de las Escrituras es como pisar las uvas en el lagar, trillar el trigo en la era, y extraer el oro de las minas."
Acerca de su vida familiar, Susana, la esposa de Spurgeon, escribió lo siguiente: "Practicábamos el culto doméstico, ya fuese hospedados en un rancho en las sierras, ya en un suntuoso cuarto de hotel de la ciudad. Y la bendita presencia de Cristo, que para muchos creyentes parece imposible alcanzar, era para él la atmósfera natural; él vivía y respiraba en el Señor."
Antes de iniciar la construcción del famoso templo de Londres, El Tabernáculo Metropolitano, Spurgeon, junto con algunos de los miembros de la iglesia, se arrodillaron en el terreno entre las pilas de materiales de construcción y rogaron a Dios que no permitiese que ningún trabajador muriese ni quedase herido durante la ejecución de las obras de construcción. Dios respondió maravillosamente a esa oración, no permitiendo que ocurriese ningún accidente durante todo el tiempo de la construcción del imponente edificio, que medía ochenta metros de largo, veintiocho metros de ancho y veinte de alto.
La iglesia comenzó a edificar el tabernáculo teniendo como meta liquidar todas las deudas de los materiales y pagar toda la mano de obra antes de que acabase la construcción. Como de costumbre, pidieron a Dios que les ayudase a realizar ese deseo, y todo quedó pagado antes del día de la inauguración.
"El Tabernáculo Metropolitano quedó terminado en marzo de 1861. Durante los siguientes 31 años, un promedio de 5.000 personas se congregaba allí todos los domingos, por la mañana y por la noche. De tres en tres meses, Spurgeon pedía a los que habían asistido en ese período que se ausentasen. Ellos así lo hacían; sin embargo, el Tabernáculo estaba siempre lleno con otra parte de las masas que aún no habían sido alcanzadas por el mensaje."
Durante cierto período predicó 300 veces en doce meses. El mayor auditorio al cual predicó, fue en el Crystal Palace de Londres, el 7 de octubre de 1857. El número exacto de asistentes fue de 23.654 personas. ¡Spurgeon se esforzó tanto en aquella ocasión y su cansancio fue tan grande, que después de ese sermón de la noche del miércoles durmió hasta la mañana del viernes!
Sin embargo, no debemos pensar que solamente era en el púlpito que su alma ardía por la salvación de los perdidos. También se ocupaba grandemente en el evangelismo individual. En ese sentido citamos aquí lo que cierto creyente dijo con respecto a él: "He visto auditorios de 6.500 personas enteramente impresionados por el fervor de Spurgeon. Pero al lado de un niño moribundo, que él había llevado a Cristo, lo encontré aún más sublime que cuando dominaba el interés de la multitud."
Parece imposible que semejante predicador tuviese tiempo para escribir. Sin embargo, los libros que él escribió constituyen una biblioteca de 135 tomos. Hasta hoy, no hay una obra más rica en joyas espirituales que la de Spurgeon, de siete volúmenes sobre los Salmos, titulada: "La tesorería de David." Publicó un número tan grande de sus sermones, que aun leyéndolos uno por día, ni en diez años el lector podría leerlos todos. Muchos fueron traducidos a varias lenguas y publicados en los periódicos del mundo entero. El mismo escribía una gran parte del material para su periódico, "La espada y la cuchara", título que le fue sugerido por la historia de la construcción de los muros de Jerusalén, en los tiempos angustiosos de Nehemías.
Además de predicar constantemente a grandes auditorios y de escribir tantos libros, se esforzó también en otras varias actividades. Inspirado por el ejemplo de Jorge Müller, fundó y dirigió el orfanato de Stockwell. Los que estaban al frente de esa obra, pedían a Dios y recibían lo necesario para levantar edificio tras edificio y para sustentar a centenares de niños desamparados.
Reconociendo la necesidad de instruir a los jóvenes llamados por Dios para proclamar el evangelio y, de esa manera, alcanzar un mayor número de perdidos, fundó y dirigió el Colegio de los Pastores con la misma fe en Dios que demostró en la obra de cuidar de los huérfanos.
Impresionado por la vasta circulación de literatura viciosa, formó una junta de venta de libros evangélicos. Decenas de vendedores fueron sustentados y se pronunciaron millares de discursos, además de venderse de casa en casa muchas toneladas de Escrituras y de otros libros.
Acerca del éxito tan estupendo alcanzado en la vida de Spurgeon, conviene observar lo siguiente: Ninguno de sus antepasados alcanzó fama. Su voz podía predicar a los mayores auditorios, pero otros predicadores sin fama gozaban también de la misma voz. El Príncipe de los predicadores era, ante todo, EL PRINCIPE DE RODILLAS. Como Saulo de Tarso, entró en el Reino de Dios también agonizando, de rodillas C en el caso de Spurgeon esa angustia duró seis meses. Después, como sucedió con Saulo de Tarso, la fervorosa oración se convirtió en un hábito en su vida. Aquellos que asistían a los cultos en el gran Tabernáculo Metropolitano, decían que las oraciones eran la parte más sublime de los cultos.
Cuando alguien le pedía a Spurgeon que explicase el poder de su oración, El Príncipe de rodillas señalaba para el entresuelo que quedaba abajo del salón del Tabernáculo Metropolitano y decía: "En la sala que está allí abajo, hay 300 creyentes que saben orar. Todas las veces que yo predico, ellos se reunen allí para sustentarme las manos, orando y suplicando ininterrumpidamente. En la sala que está abajo de nuestros pies es donde se encuentra la explicación del misterio de esas bendiciones."
Spurgeon acostumbraba dirigirse a los alumnos del Colegio de los Pastores de esta manera: "Permaneced en la presencia de Dios. . . si vuestro fervor llega a enfriarse, no podréis orar bien en el púlpito. . . tampoco en el seno de la familia. . . y menos aún cuando estéis estudiando solos. Si vuestra alma se debilita, los oyentes sin saber por qué, notarán que vuestras oraciones públicas tienen muy poco sabor."
Asimismo sobre la oración, su esposa dio este testimonio: "El le daba mucha importancia a la media hora de oración que pasaba con Dios antes de comenzar el culto." Cierto creyente también escribió sobre este respecto lo siguiente: "Se siente durante su oración pública, que él es un hombre de bastante fuerza como para llevar en las manos ungidas las oraciones de una multitud. Esta es la idea más grandiosa del sacerdote entre Dios y los hombres."
Convencido del gran poder de la oración, Spurgeon designó el mes de febrero de cada año para celebrar en el gran Tabernáculo, la convención anual y hacer súplicas por un avivamiento de la obra de Dios. En esas ocasiones pasaban días enteros en ayuno y en oración, oración que se volvía más y más fervorosa. No solamente sentían la gloriosa presencia del Espíritu Santo en esos cultos, sino que les era aumentado el poder con frutos abundantes.
En su biografía consta que desde el comienzo de su ministerio en Londres, numerosas personas gravemente enfermas se curaron como respuesta a sus oraciones.
La vida de Spurgeon no era una vida egoísta y de interés propio. El y su esposa hicieron los mayores sacrificios para colocar libros espirituales en las manos de un gran número de predicadores pobres, y contribuían constantemente al sustento de las viudas y huérfanos. Recibían grandes sumas de dinero, pero lo daban todo para el progreso de la obra de Dios. Nunca buscó fama ni la honra de fundador de otra denominación, como muchos de sus amigos esperaban.
Nunca predicó para su propia gloria, sino que tuvo siempre como propósito el mensaje de la cruz para llevar a los oyentes a Dios. Consideraba sus sermones como si fuesen saetas, y ponía en ellos todo su corazón, empleando toda su fuerza espiritual para producirlos. Predicaba confiado en el poder del Espíritu Santo, empleando lo que Dios le concediera para conmover el mayor número de oyentes.
"Carlos Hadon Spurgeon recibía el fuego del cielo estudiando la Biblia, horas enteras en comunión con Dios."
Cristo era el secreto de su poder. Cristo era el centro de todo para él; siempre y únicamente Cristo.
J.P. Fruit dijo lo siguiente: "Cuando Spurgeon oraba, parecía que Jesús estaba de pie a su lado."
Sus últimas palabras en el lecho de muerte, dirigidas a su esposa, fueron estas: "¡Oh querida, he gozado un tiempo muy glorioso con mi Señor!" Ella al ver por fin, que su marido había partido con el Señor cayó de rodillas y con lágrimas exclamó: "¡Oh bendito Señor Jesús, te agradezco el tesoro que me prestaste durante todos estos años; ahora Señor, dame fuerzas y dirección para seguir en el futuro!"
Seis mil personas asistieron a su funeral. En el féretro le pusieron una Biblia abierta que mostraba el texto que Dios usó para convertirlo: "Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra."
El cortejo fúnebre pasó entre cientos de miles de personas que se encontraban apostadas de pie en las mujeres lloraban. La sencilla tumba del célebre Príncipe de los predicadores, en el cementerio de Norwood, da testimonio de la verdadera grandeza de su vida. En la lápida se leen estas humildes palabras:
Aquí yace el cuerpo de
CARLOS HADON SPURGEON
Esperando la aparición
de su Señor y Salvador
JESUCRISTO