“Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1Jo 4:11).
No debemos pensar que el amor es una emoción, algo sentimental, incontrolable y impredecible. Dios nos manda amar, lo cual no sería posible si el amor fuera algo eludible, una emoción o sensación esporádica, que apareciera inesperadamente como un frío repentino. El amor puede afectar las emociones, pero es más un asunto de la voluntad que de las emociones.
El amor no está confinado a un mundo de castillos en el aire con escasa relación a la esencia de la vida cotidiana. Por cada hora de claro de luna y rosas, hay semanas de fregona y platos sucios.
En otras palabras, el amor es intensamente práctico. Por ejemplo, cuando se pasa un plato de fruta, el amor escoge la tocada o mala. El amor limpia el lavabo y la bañera después de usarlos. El amor repone el papel higiénico para que el próximo que lo necesite no sufra incomodidad. El amor apaga las luces cuando no se necesitan. Recoge el papel en el suelo en vez de pisarlo y pasar de largo. Cuando le prestan un automóvil, repone el gasóleo y el aceite. El amor vacía la basura sin que se lo pidan. No hace esperar a los demás. Sirve a otros antes que a sí mismo. Saca al niño ruidoso para no molestar en la reunión. El amor habla fuerte para que el sordo pueda oír. Y el amor trabaja para tener qué compartir con los demás.
El amor con la largura su vestido
Alcanza del suelo al polvo mismo -
Puede alcanzar lo sucio de la calle y del camino,
Y es porque puede, que debe.
No osa descansar en las montañas
Es su deber descender hasta el valle;
Pues satisfecho no queda hasta que enciende
Las vidas que allí se apagan.
William MacDonald
De día en día